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La hidroxicloroquina es un medicamento de prescripción médica que en los últimos meses ha sonado con fuerza por su posible acción frente al coronavirus Covid-19, pero, ¿qué hay de cierto en esto? ¿en qué consiste este medicamento? ¿quién debe tomarlo? ¿es eficaz frente a la Covid-19? 

Tal y como informa Eduardo López Briz, farmacéutico especialista y miembro del Grupo Genesis de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), “este fármaco se desarrolló en los años 50 del siglo pasado con el objetivo de mejorar la seguridad de la cloriquina, un fármaco que se había  sintetizado en 1934 en un laboratorio en un intento de ofrecer alternativas al tratamiento de la malaria con la quinina”. 

Inicialmente, continúa el experto, “la hidroxicloroquina se sintetizó para el tratamiento y la profilaxis de la malaria en adultos como una alternativa a la cloroquina y buscando una menor toxicidad, pero, como ha ocurrido con otros medicamentos, de manera casual se observó que los pacientes tratados con cloroquina o hidroxicloroquina mejoraban la artritis reumatoide o el lupus eritematoso sistémico”. Por eso, en los años 70 se llevaron a cabo los ensayos clínicos que demostraron su eficacia en estas indicaciones y que se mantienen actualmente. 

Este fármaco “posee acción antimalárica, inmunosupresora y tiene propiedades antiinflamatorias”, detalla Maria Perelló, responsable del Centro de Información del Medicamento del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona COFB).

Por tanto, su uso está indicado en:

  • Tratamiento de artritis reumatoide aguda o crónica.
     
  • Tratamiento de lupus eritematoso sistémico.
     
  • Profilaxis y tratamiento de malaria no complicada causada por especies de plasmodio sensibles, como alternativa a cloroquina.

Se prescriben a pacientes “que padecen estas enfermedades cuando no resultan adecuados o no están disponibles los tratamientos de primera elección”, afirma la experta del COFB.

En la actualidad, detalla el especialista de la SEFH, “el perfil de paciente que toma este medicamento es el de un paciente con artritis reumatoide en fases tempranas de la enfermedad, con signos de artritis activa a pesar de llevar más de 6-8 semanas con un tratamiento de antiinflamatorios, ya que existe evidencia de mejores resultados a largo plazo con un control de los síntomas y un retraso de la progresión de la enfermedad”. 

En estos pacientes, añade, “está indicado el tratamiento con los llamados fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad, a los que pertenece la hidroxicloroquina”. Estos fármacos, además de proporcionar un alivio de los síntomas, “tienen la capacidad de disminuir de manera importante la inflamación de la articulación y reducir o prevenir su deterioro, si bien no revierten los cambios degenerativos ya producidos y su inicio de acción es lento”.

El papel de la hidroxicloroquina en el tratamiento y profilaxis de la malaria, para los que fue desarrollada, “ha quedado actualmente en un segundo plano”, apunta. Así, “otros fármacos, como la cloroquina, la mefloquina, los derivados de la artemisina, etc. han tomado la delantera en estas indicaciones”.

¿Cómo debe ser su uso?

Como en todos los medicamentos, señala López Briz, “el uso debe ser prudente, respetando siempre las indicaciones de los profesionales de la salud, ya que es de prescripción médica, y poniendo en su conocimiento cualquier cuestión relacionada con el tratamiento que se considere relevante”.

Aún sí, por norma general, para la artritis reumatoide, informa Perelló, “se establece una dosis inicial de 400 a 600 mg al día durante un tiempo que dependerá de la respuesta del paciente”. Una vez se ha obtenido una respuesta adecuada (generalmente 4-12 semanas), “la dosis inicial podrá reducirse y se continuará con una dosis de mantenimiento de 200-400 mg al día”.

Para el tratamiento del lupus eritematoso, “la dosis inicial es de 400 mg al día o 200 mg cada 12 horas, durante un tiempo que dependerá de la respuesta del paciente. La dosis de mantenimiento es de 200 a 400 mg al día”.

Para la profilaxis de la malaria, en los adultos se administrará “una dosis de 400 mg una vez por semana, exactamente el mismo día de cada semana. En este caso hay que saber que la profilaxis deberá iniciarse dos semanas antes de la exposición siempre que sea posible, y continuarse hasta 4 semanas después de dejar la zona endémica”.

Por otro lado, para el tratamiento de la malaria, se administra una dosis máxima total de 2.000 mg durante dos días siguiendo la siguiente pauta:

  • Primera dosis: 800 mg.
     
  • Segunda dosis: 400 mg 6 horas después de la primera dosis.
     
  • Tercera dosis: 400 mg 24 horas después de la primera dosis.
     
  • Cuarta dosis: 400 mg 48 horas después de la primera dosis.

Contraindicaciones y efectos secundarios

Como la mayoría de los medicamentos, la hidroxicloriquina también tiene sus contraindicaciones y efectos secundarios. 

Así, según informa Perelló, estaría contraindicado en: 

  • Hipersensibilidad al principio activo, a otros derivados de 4-aminoquinolinas (p.ej. cloroquina) o a alguno de los excipientes.
     
  • Presencia de alteraciones de la agudeza o del campo visual.
     
  • Tratamientos prolongados en niños.
  • Además, añade López Briz, “debe administrarse con precaución en personas con alteraciones de la función renal o hepática, con antecedentes de epilepsia, con historia de dermatitis o de porfirias”.

    En cuanto a sus efectos secundarios, tal y como afirma López Briz, “en general, no se puede considerar que la hidroxicloroquina sea un medicamento inocuo o bien tolerado”. 

    Perelló señala que las reacciones adversas más frecuentes (1-10% pacientes) son “los trastornos gastrointestinales que desaparecen al interrumpir el tratamiento”. Estos efectos secundarios “pueden reducirse disminuyendo la dosis al inicio del tratamiento e incrementándola paulatinamente”.

    Con menor frecuencia, añade el farmacéutico hospitalario, “puede producir dolores de cabeza, hipoglucemia, alteraciones musculares o de los tendones, trastornos mentales, erupciones en la piel o reacciones de fotosensibilidad”. 

    Después de un uso prolongado, indica Perelló, “puede producirse arritmia cardíaca”. Además, “se ha observado la aparición de insuficiencia cardíaca después del uso de este medicamento y de síntomas asociados a este problema como dificultad para respirar e hinchazón de piernas y tobillos”.

    También “pueden aparecer trastornos neuropsiquiátricos graves, principalmente al inicio del tratamiento, por lo que se debe extremar la precaución y la vigilancia de cualquier cambio en el comportamiento de los pacientes en tratamiento”.

    Los niños, advierte el especialista de la SEFH, “son especialmente sensibles a los efectos secundarios de este medicamento”.

    En cuanto a la toxicidad de la hidroxicloroquina sobre el ojo, según López Briz, “es una de las más características y puede tener lugar principalmente sobre la córnea o sobre la retina, produciendo fotofobia (molestias por la luz) en el primer caso y trastornos de la visión en el segundo”, describe. 

    Además, “los daños en la retina (retinopatía) de la hidroxicloroquina pueden ser graves e irreversibles si no se detectan a tiempo y se relacionan con dosis altas del fármaco y durante periodos prolongados de tiempo, usualmente más de 5 años”, apunta el farmacéutico de la SEFH. Tras este periodo de tiempo, “el riesgo de desarrollar retinopatía es del 7,5%”.

    En opinión del experto, también es importante considerar los posibles efectos que pueden producirse cuando la hidroxicloroquina se toma simultáneamente con otros medicamentos, lo que conocemos como interacciones medicamentosas. En este caso, son especialmente relevantes “las que pueden producirse con algunas vacunas de virus atenuados (con pérdida de eficacia de éstas), con insulina y otros antidiabéticos (que requieren ajuste de dosis), con algunos medicamentos cardiovasculares o con ciertos antibióticos”.

    Uso frente al coronavirus

    La hidroxicloroquina es uno de los medicamentos que actualmente se encuentra en estudio para conocer su acción real frente a la Covid-19. Tal y como señalan ambos expertos, actualmente no hay ninguna evidencia científica de que la hidroxicloroquina pueda tener valor como profilaxis o prevención del coronavirus tipo 2 (CoV-2), agente causal de la actual pandemia de COVID-19.

    “Hay numerosos estudios clínicos en curso en varios países, incluido España, intentado averiguar cuál puede ser el papel del fármaco, pero hasta el momento no hay resultados en ninguno”, aclara López Briz. Así lo recoge también la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, cuyos expertos señalan que  “actualmente ningún ensayo clínico controlado y aleatorizado ha demostrado la eficacia de estos medicamentos para el tratamiento de pacientes con COVID-19”. 

    Hasta el momento, recoge en un informe, “la información disponible sobre su acción antiviral procede de estudios in vitro y series de pacientes con limitaciones de tamaño y metodología. Se están llevando a cabo diferentes estudios para evaluar su eficacia y seguridad frente al SARS-CoV-2”.

    Las características farmacológicas de cloroquina e hidroxicloroquina y algunos experimentos in vitro, explica López Briz, “condujeron desde el principio a probar su uso en los pacientes con COVID-19, en un intento desesperado por mejorar una enfermedad para la que no se disponía de ningún arma efectiva”.

    “A pesar de los esperanzadores resultados de primera hora del grupo marsellés de Raoult”, continúa, “la mayor parte de los estudios posteriores con un diseño más correcto metodológicamente han concluido que su papel es dudoso o inexistente”. Como pasa en todos los estudios clínicos, “siempre hay pacientes que mejoran con la intervención, pero la manera de saber si esta mejora se debe al proceso normal de la enfermedad o al fármaco es hacer estudios con un grupo control, de placebo o de otro medicamento, que es lo que conocemos como ensayo clínico”.

    Según recoge la Aemps,  “aunque los datos son limitados, cloroquina/hidroxicloroquina constituyen un potencial tratamiento para COVID-19 y se están utilizando en la práctica clínica de forma extensa en estos pacientes, a dosis superiores a las recomendadas en sus indicaciones autorizadas y frecuentemente en asociación con azitromicina”. 

    Pero advierte de que, “es conocido que la hidroxicloroquina puede prolongar el intervalo QT del electrocardiograma (ECG). Este riesgo aumenta con dosis altas y con el uso simultáneo de azitromicina u otros medicamentos con potencial de prolongar el intervalo QT4 y los resultados de un estudio reciente realizado en pacientes infectados por SARS-CoV-2 sugieren lo mismo”.

    Su uso por tanto “no es recomendable en pacientes con factores que aumentan el riesgo de prolongación del intervalo QT tales como síndrome congénito de intervalo QT largo, desequilibrio hidroelectrolítico no corregido o en tratamiento simultáneo con medicamentos que pueden alargar el intervalo QT del ECG. En caso de administrarse, se deberá extremar la precaución, realizando un seguimiento estrecho del paciente”.

    Por ello, Perelló recuerda que, antes de iniciar un tratamiento se debe comprobar:

    • Analítica más reciente
       
    • Frecuencia cardíaca
       
    • Comorbilidades. Ya que se recomienda no iniciar el tratamiento con hidroxicloroquina en caso de síndrome coronaria aguda, insuficiencia cardíaca, etc.
       
    • Medicación concomitante. Para ello se revisarán las interacciones y el uso concomitante de otros fármacos.

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